Parapente
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RELATOS DE VUELO
 

EL SUPERVIVIENTE CROATA

más que un relato de vuelo, una historia de terror

 

Sábado, 26 de julio de 1.997. Tengo el presentimiento de que hoy no volaré. Mi amigo Matko y yo nos levantamos a las seis en punto, cargamos todos los bártulos en un santiamén, nos dimos una ducha y nos dirigimos a Buzet, el lugar de la competición. El tiempo no parecía bueno. Conducíamos bajo chaparrones y el termómetro del coche nos dio una temperatura externa de 16º C, muy baja para la época del año.


Esta era la primera competición oficial Croata de parapente. El equipo estaba ya allí cuando llegamos. Boris, Kruno, Karlo, Danko, Bozo, Radovan, Srecko, Leo, Zlatibor, Joza y Sandi. Nos juntamos pocas veces, así que nos tomamos un café y charlamos. Yo formaba parte del comité organizador. Quedamos para ir al despegue un rato antes del mediodía. Yo seguí a Karlo con el coche, camino del despegue de Raspadalica. Era la primera vez que iba. El sitio se encara hacia el sur, a 560 metros sobre el nivel del mar, con anchura suficiente para cuatro velas en paralelo, pero relativamente corto y abrupto, con una vía de ferrocarril a 100 metros por debajo.
Hacía calor, sobre 27 grados, y 2/8 del cielo estaba cubierto por preciosos cúmulos. Acordamos la prueba e hicimos un briefing para los pilotos. La manga comenzaría a las 14:30 y la llegada se montaría en una campa más abajo de las vías.


La primera baliza era la iglesia de Crnica, al oeste del despegue, después la iglesia de Santo Tomás hacia el este, luego el gran cruce al sur en Buzet y de vuelta a la iglesia de Crnica. El gol estaba justo al noroeste de Buzet.


Me aparté un poco de la multitud, para concentrarme y relajarme, imaginándome un despegue ideal y unas grandes condiciones de vuelo. Si hubiera estado solo, seguramente no habría volado ese día. Es difícil de explicar, pero alguna alarma intuitiva en mi interior se había disparado. Pero yo era el presidente del mayor y más activo club Croata, y mi ego podría desmoronarse si renunciaba a volar sin motivo.


Leo fue el primero en despegar, luego Danko. Yo me vestí con unos pantalones cortos, una camiseta fresca, una camisa de algodón y un anorak delgado. Me até mi Aircotec Top Navigator en mi pierna izquierda y ajusté y revise la frecuencia de mi radio portátil. También revisé el paracaídas, por si lo pudiera necesitar.
Despegué a las 14:05 y entré directamente en una buena. Después de la primera subida, leí la información del viento en mi Top Navigator. W-SW, 16 Km. /h. Estábamos volando a lo largo de la sierra, con algunas térmicas además del viento. Aunque hacía calor, saqué los guantes del bolsillo y me los puse. Hicimos ladera hasta las 14:25, cinco minutos antes de que supuestamente se abriera la manga.
Hacia el este, podíamos ver la hermosa montaña de Ucka, cerca de la cual había un gran Cu Nim, descargando un chaparrón. Eso no debería molestarnos, pensé, ya que estaba a más de 20 Km. y con el viento en contra.


Diez minutos antes de la manga, me puse a una altura decente. Térmicas buenas y constantes, entre 0,5 y 3 m/s. A las 14:25, Danko, mi instructor, tuvo un pequeño briefing por radio con el equipo de apoyo en tierra, y después de una breve discusión se decidió cancelar la prueba. La razón era el súper desarrollo que se observó a unos pocos kilómetros al norte de nuestra posición, sobre el monte Zbevnica (1.014 m.).
Siguió un mensaje de radio: la competición está cancelada, por favor id pensando en aterrizar. Sonó tranquilo - sin prisas, sin pánico - así que me tomé mi tiempo, y enfilé hacia el sur, hacia el sol y las blancas nubes hinchadas, despreocupado del negro monstruo que amenazaba desde el norte. Un grave error.

SE MASCA LA TRAJEDIA


Leo estaba a unos 150 m. hacia el SW y 50m. Por encima de mí. Descubría a Danko y Karlo hacia el W y hacia arriba, con los orejones metidos. Otros estaban algo por debajo, hacia el N y NE.
Yo estaba a 1.300 m. y decidí hacer mis primeras B's. a las 14:30. Descendí a -7 m/s hasta que llegue a los 1.000 m. Entonces las B's. degeneraron en un rosetón, como con una frontal, con los extremos hacia adelante. No me gustó, tenía mala pinta. Así que dejé de tirar de B's., reinflando y estabilizando la vela, y volví a tirar de B's. otra vez. Después de unos pocos minutos, miré a mi vario y vi., para mi asombro, que estaba subiendo a 2 m/s. Miré hacia arriba, y vi cómo Leo era succionado por la nube, donde la base de la nube había bajado a 1.300 m. Antes de entrar me sacó una foto.
Un par de segundos después, todavía tirando de B's. y subiendo a 5 m/s traspasé la base de la nube y mi mundo se volvió blanco.
En ese momento, estaba perfectamente calmado. Estoy muy cerca del borde de la nube y tengo mi Top Navigator con su función de brújula. Enfilar hacia el sur y salir de la nube no debería ser mayor problema, pero empecé a perder un tiempo precioso, enredando con la brújula y el acelerador. Navegar solamente con la brújula no es fácil. Debido al retardo de la brújula me encontré pilotando hacia el sur, cuando en realidad iba hacia el norte.
No puedo creer lo que veo. Entonces la aguja del vario se vuelve loca. Está parpadeando a +10 m/s. Sin ningún miedo provoco una plegada frontal total por primera vez en mi vida, mientras el oscuro demonio me agarra fuertemente. Pero incluso con el borde de ataque plegado por completo, mi tasa de subida permanece inalterada.
Mi mente me lo explica sencillamente: Davor, has entrado en un cumulonimbo. Yo había leído muchos partes de accidentes con anterioridad, pero ahora no podía recordar uno sólo en el que el resultado fuera la supervivencia.

DENTRO DE LA BESTIA


Empieza a hacer frío, mucho frío. La humedad se condensa en mis ropas, y entonces se pone a llover, y la lluvia se congela sobre mis ropas de verano.
La radio es puro pánico, llamando "Davor, ¿dónde estás? Radovan, por favor, contesta..." Una voz desesperada grita una advertencia: "Davor, ¡no eches el paracaídas, cueste lo que cueste!".
Hace 10 minutos que entré en este monstruo y mi altitud es de casi 2.600 metros. Estoy en un extraño estado mental: tranquilo y relajado. No me importan ni el pánico de la radio ni la advertencia, que parece irrelevante. Al contrario, mi mente está totalmente ocupada con un único pensamiento: Tengo que calentarme. Tengo que protegerme del viento, la lluvia y el hielo, abrigarme con algo, o me congelaré.

¡¡GRAVE ERROR!!


Suelto la plegada frontal y decido lanzar mi paracaídas, de forma que podré estirar del parapente y arrebujarme en él y abrigarme un poco. En cuanto suelto la plegada, el vario se vuelve loco, dando picos de +18 m/s. Doy un tirón de la banda A izquierda, las cuerdas se aflojan y entro en barrena.
Tiro del asa de mi parapente, en mi lado derecho, y lo arrojo a la tenebrosa oscuridad. Entonces ¡horror! puro miedo: el paracaídas cuelga fláccido, sin abrirse al final de sus líneas, y me vela principal está fuera de control, con una corbata en el lado izquierdo. Todavía estoy subiendo a una velocidad terrorífica y al parapente le cuesta siglos abrirse.
Segundos más tarde oigo un chasquido apagado y lo veo abrirse y situarse por encima de mi vela. ¡Gracias a Dios! Con la energía producida por una ráfaga de adrenalina recojo la vela principal entre mis manos y enredo su húmedo nylon sobre mis piernas tiritantes.
Llamo por radio para decir que estoy vivo, a 4.500 m., bajo el paracaídas de emergencia y subiendo todavía a 10 m/s. Esa fue mi última llamada por radio. Boris me dijo más tarde que se quedó horrorizado por el implacable sonido del vario, en contraste con mi voz, que era apacible.
La radio vuelve a dar un alarido: "dónde está Davor. Davor, llamamos otra vez". Mis queridos amigos, pienso, no os puedo llamar, porque necesito reservar cada partícula de energía, que puede representar la diferencia entre la vida y la muerte.


Recuerdo un informe de accidente sobre un paracaídas enredado durante una caída más larga. Pero mirando hacia arriba, el paracaídas Checo Ski Systems de 32 metros está estable y con presión. En pocos segundos, establezco una relación de confianza con él.
El granizo me acribilla, golpeándome desde todas las direcciones, repiqueteando en mi casco, mi silla y mi vela. Mi vario se está lamentando en un tono imposible, pero no lo puedo mirar, o los números me harían desmayar. Ahora estoy siendo zarandeado en todas las direcciones posibles.
Los flashes de los relámpagos me rodean, separando el gris oscuro a izquierda, derecha, por arriba y por abajo. Cada pocos segundos un apagado flash de luz es seguido de inmediato por una explosión atronadora. ¿A qué distancia ha caído éste? Si me diera uno, estaría frito en un segundo. Davor, las posibilidades de que sobrevivas a esto son cero, cero del todo, acéptalo como un hecho.


En mi posición fetal pido desesperadamente a Dios que me salve la vida. ¿Habrá mucha gente en mi funeral? La muerte más fácil sería desmayarse por hipoxia, caerme dentro del paracaídas y estrellarme bien fuerte contra el suelo. Mi padre, que vive cerca de Rieja, ¿sabe que estoy aquí, sobre él, su único hijo, y que estos son mis últimos momentos?
Entonces, otra cosa cruza por mi mente: Davor, ¿qué clase de pensamientos son éstos?, no debes rendirte, todavía estás vivo, ¿has hecho todo lo posible por protegerte? ¡Una rápida mirada al vario me dice que estoy a 6.000 m.! A esa altitud, podría desmayarme por falta de oxígeno o congelarme. Conscientemente, empiezo a respirar más rápido, para hiperventilarme, para evitar desmayarme por la falta de oxígeno.
El aire empieza a estar terriblemente frío. Estoy en pantalones cortos y a casi 20.000 pies, con el viento soplando de forma fiera. Me estoy congelando. No, no puedo permitirme sentir frío. Me acuerdo de mi amigo Kalman. Lo atrapó un alud en el Himalaya, en el pico Pisang, y sobrevivió con una fractura abierta en su pierna. Tenía enormes deseos de vivir: no podía permitirse sentir frío, y especialmente rendirse. ¡Davor, te prohíbo el lujo de sentir frío, no te lo puedes permitir ahora!


¿A qué altura estoy? ¿Cuánto tiempo llevo? ¿Dónde estoy? ¿Dónde y cuándo caeré de la nube? Me tranquilizo otra vez. Pienso: bien, ahora todo depende de esas pequeñas cosas que pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte. Mientras todavía estés consciente y bien, ¿qué puedes hacer por ti mismo? ¿Estás bien envuelto en la vela? Siento mi mano derecha, tirando la vela desde mi espalda, tratando de enrollarla alrededor de mí, utilizando mis últimas moléculas de energía. Me siento débil. Si pierdo el conocimiento, es importante no asfixiarse. Desplazo mi cabeza para que cuelgue sobre mi pecho. Así, podré respirar si quedo inconsciente. Además, sería importante no congelarse, así que compruebo que la vela está bien enrollada y asegurada alrededor de mí. Simulo que me desmayo un momento, aflojo las manos, dejo que mis piernas cuelguen y todo parece marchar bien. ¿Se enredará la vela del parapente con lo que sobra?
El cu nim me arrastra más alto, a 6.500 m., a una velocidad de 20 m/s. El frío es insoportable. Lo pero de todo es el viento helado soplando entre mi espalda y la silla, donde no estoy protegido. Las cintas de las piernas se me clavan en la ingle, enviándome punzadas de dolor, pero eso no es nada comparado con todo lo demás. El paracaídas está sacudiéndose y girando alrededor de mí. No sé si está por encima o por debajo de mí. Francamente, no me importa.

¿¿SALVADO??


Entonces empiezo a bajar, entre -3 y -17 m/s, hasta que alcanzo los 3.300 m. Entonces vuelvo a subir hasta los 5.500, y otra vez para abajo. De repente, veo algo. Tierra. No puedo creer lo que ven mis ojos. Mis esperanzas crecen, tal vez voy a sobrevivir. Tierra, Madre Tierra, existe, está aquí, la estoy mirando, estoy viajando hacia ella. Un bonito lago, bosques, naturaleza.
El granizo cae de forma casi horizontal, fundiéndose, calentándose y transformándose en grandes gotas de lluvia. Pero el paracaídas está girando fuera de control. Es una situación nueva por completo. Ahora estoy completamente concentrado en el siguiente trauma, el aterrizaje. Intento liberar mi vela principal, enredada alrededor de mí, para soltarla parcialmente de forma que ofrezca un poco de resistencia y frene mi caída, pero estoy demasiado enredado.
El panorama empeora: estoy volando hacia unas líneas de alta tensión y un bosque quemado, con ramas peladas y afiladas apuntando en todas las direcciones. ¡OH, no ! Después de todo lo que he pasado, ¿iré a terminar en unas líneas de alta tensión o ensartado en unas ramas como lanzas? ¡Davor, no seas desagradecido por el milagro que te ha permitido salir del cumulonimbo sano y salvo!
Mentalmente, pienso en el aterrizaje. Realmente me estoy desplazando respecto al suelo, como si fuera conduciendo por una autopista. Me estiro, intentando poner mis piernas juntas, preparado para rodar en el aterrizaje. Paso a unos pocos metros por encima de los cables de alta tensión y golpeo un árbol con mi airbag, que absorbe el impacto.
Estoy de pié, congelado, mojado, asustado, conmocionado, pero aún vivo y ¡completamente ileso! ¡Parece imposible! Estoy tiritando de frío. Llueve a cántaros. Grabo la experiencia en mi Top Navigator y veo que he viajado 21 Km. desde donde entré en la nube.
Camino hasta la carretera, y me planto en la mitad, intentando detener los coches con mi pulgar, pero los coches me esquivan. Temblando, continúo andando mientras pienso, Davor, pareces un duende de los bosques, completamente empapado, con una mochila en la cabeza, cubierta de hojas y con un manojo de nylon en tu mano. ¿Quien estaría tan loco de dejarte subir en su coche?
Estoy relajado. Ya no es una cuestión de vida o muerte. Pronto llego al pueblo de Säusönjevica. ¡Civilización, gente! Paso el cementerio cercano, y me aproximo a una casa nueva. Aquí hay signos de vida: la bici de un chaval, un coche, herramientas y más cosas. Obligo a subir mi cuerpo perezoso hasta el primer piso, toco el timbre y golpeo la puerta. Aparece un hombre. No puedo contener la efusión de mis emociones, "por favor, perdone, estaba volando con mi parapente y fui succionado por una nube de tormenta, estoy frío y conmocionado, ¿podría llamar a mis amigos desde aquí?, por favor, ayúdeme..."
Branko Rabar me da la bienvenida a su casa. Un gran hombre. Le doy el número de la organización. Su esposa me envuelve en una manta para que entre en calor. Les digo, " es un verdadero milagro que esté aquí, hablándoos..."
Me doy una ducha y el agua caliente se lleva la suciedad, el sudor, el miedo y la conmoción. Bebemos té en el balcón, en donde el sol está brillando, el cielo está de un azul cristalino y no hay trazas de la nube de tormenta con la que he estado batallando toda la tarde.
A las 4:00 PM, tan solo una hora después de que entrara en el cumulonimbo, un día nuevo por completo había comenzado.


LOS OTROS.


Mi instructor, Danko, tuvo dos barrenas planas seguidas de una pérdida, después de la cual aterrizó en una campa.
Karlo entró en barrena plana cerca del suelo, lanzó su paracaídas a unos 30 m. del suelo y apenas se abrió. Aterrizó ileso porque su vela chocó contra un poste eléctrico y al rasgarse, detuvo su peso.
Srecko tiró de todas las bandas de un lado, una nueva maniobra en parapente. La vela entro en una barrena cerrada que mantuvo por unos 20 minutos, manteniéndose justo por debajo de la base de la nube. No volvió a sentir sus manos hasta unos cuantos días después.
Radovan tiró de orejones, dejando abiertos solo unos pocos cajones. Todavía subía a 10 m/s pero finalmente fue escupido por el cumulonimbo. Seriamente desorientado, no pudo recuperar la vela a tiempo y se dio un fuerte golpe contra el suelo, sufriendo serias contusiones y torciéndose un tobillo, pero de forma increíble, nada peor.
Kruno hizo una pérdida, pero cuando la soltó, la vela abatió y se hizo una corbata, así que tuvo que lanzar el paracaídas. La nube lo soltó, pero no pudo tirar de su vela principal y se dio un fuerte golpe contra el suelo, rompiéndose algunas vértebras, pero sin consecuencias graves.
La nube concedió a Leo el mismo trato horrible que me dio a mí. El no lanzó el paracaídas (iba vestido con una chaqueta de esquiar), pero mantuvo una plegada frontal metiendo sus piernas por las bandas As y tirando para abajo. Fue arrastrado hasta un bosque cerca de Ucka.
En total, podían haber ardido siete velas, pero todos nosotros sobrevivimos. Durante la tarde, nos sentamos en una pensión, e invitamos a todo el mundo a cenar para celebrar nuestra nueva vida. Fuimos a un restaurante con un nombre simbólico : Fortuna. Después de cenar me fui a la cama. Agradecí a Dios por salvar mi vida y caí dormido, completamente exhausto.

-FIN-

 
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